La Biblia Católica no es solo un libro: es una historia de amor entre Dios y la humanidad.
Y esa historia está dividida en dos grandes capítulos: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
Quizá te has preguntado por qué existen dos partes, si ambas hablan del mismo Dios.
La respuesta es hermosa: porque Dios quiso revelarse poco a poco, preparando tu corazón —y el del mundo entero— para la venida de su Hijo. 🌿
📜 ¿Qué es el Antiguo Testamento? La promesa de Dios que prepara la salvación
El Antiguo Testamento contiene los libros que narran la creación del mundo, la historia del pueblo de Israel y las promesas que Dios hizo a su pueblo.
Allí encontramos figuras como Abraham, Moisés, los profetas y los salmos, que anuncian un plan de amor que aún estaba por cumplirse.
El Antiguo Testamento es la primera alianza entre Dios y su pueblo, sellada con la Ley y los mandamientos.
A través de él, Dios se dio a conocer como Padre, justo y fiel, enseñándonos a esperar con esperanza la llegada del Mesías.
“Pondré mi ley en su interior, y la escribiré en su corazón.” — Jeremías 31:33
Dios ya hablaba de una nueva alianza, más profunda y eterna: una que no estaría escrita en piedra, sino en el corazón.
✝️ ¿Qué es el Nuevo Testamento? El cumplimiento de la promesa
Con la llegada de Jesucristo, comienza el Nuevo Testamento, la segunda alianza.
Aquí, la promesa se cumple: el Hijo de Dios se hace hombre para traer la salvación al mundo.
El Nuevo Testamento contiene los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas apostólicas y el Apocalipsis.
En ellos descubrimos la vida, muerte y resurrección de Jesús, y cómo los primeros cristianos comenzaron a anunciar su amor a todos los pueblos.
“Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre.” — Lucas 22:20
El Antiguo Testamento fue la preparación, y el Nuevo Testamento es el cumplimiento.
Ambos se complementan: el primero anuncia, el segundo realiza.
Por eso, leer toda la Biblia es ver el amor de Dios desplegarse como una sola historia de salvación.
💫 Dos testamentos, un solo amor
Aunque los nombres sean distintos, el Antiguo y el Nuevo Testamento no se oponen: se abrazan.
El Antiguo revela la promesa; el Nuevo, la cumple.
El Antiguo muestra la espera; el Nuevo, la respuesta.
Ambos nos enseñan que Dios nunca rompe sus promesas.
Y tú, cuando abres la Biblia, no estás leyendo historia antigua: estás leyendo una carta viva que Dios escribió también para ti.
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